El Cambio Climático y su impacto en el Real Estate
El clima del planeta sin duda afecta al de los negocios. En el ramo inmobiliario, esto se vuelve más claro en tanto que todo tipo de fenómenos naturales impactan directamente los espacios que habitamos y la manera en que los concebimos.
El riesgo físico se traduce en la percepción de riesgo en las inversiones y el desarrollo de propiedades, no solo por parte de la iniciativa privada, sino también de las decisiones del gobierno que establecen las reglas del juego.
El análisis inmediato se da sobre las zonas más expuestas a sufrir las consecuencias del cambio climático: las costas, los valles, las áreas propensas a la formación de tornados o a sufrir temperaturas extremas son de los entornos más condicionados en términos de real estate.
Por ejemplo, según un reporte de la UCSUSA, se estima que tan solo en Estados Unidos 300 mil propiedades con un valor de más de 100 mil millones de dólares corren riesgos de inundación para el año 2045, cifra que podría llegar a un rango de propiedades valuadas en un billón de dólares a fines de este siglo.
Estas contingencias tienen un impacto sobre la movilidad y la perspectiva del mercado, pero también sobre la industria. En el caso de la construcción, esto significa en aplicar medidas preventivas y correctivas que resultan en grandes costos.
Una muestra fue la derrama económica negativa que dejó el huracán Katrina sobre Nueva Orleans, con un gasto de más de 100 mil millones de dólares tan solo en la reparación de los espacios afectados.
Así, podemos identificar algunos de los efectos colaterales más importantes que deja el cambio climático sobre el sector inmobiliario:
● Desvalorización: propiedades en zonas de alto riesgo como las de algunas costas que pueden experimentar el mayor impacto, conforme la oferta y la demanda se ajusten a los fenómenos climatológicos.
● Regulaciones: las reformas a los códigos de construcción y la creación de nuevos impuestos significarán costos adicionales para los desarrolladores.
● Estándares de construcción: más allá de las acciones gubernamentales, el sector se encuentra en un cambio cultural e industrial más profundo que demandará características constructivas más sofisticadas, sobre todo en factores de resiliencia y consumo de energía, lo que implica gastos adicionales.
● Escasez de recursos: conforme recursos como el agua y los combustibles fósiles se vuelvan más escasos, los desarrolladores deberán invertir en nuevas tecnologías para adaptarse al cambio.
● Incertidumbre general: por todo lo anterior, se vuelve complicado que inversionistas y desarrolladores sean precisos en sus estimaciones de negocio, por lo que la apuesta por nuevos proyectos podría verse mermada.
De esta manera, los distintos jugadores de la industria deben planear y desarrollar estrategias que les permitan integrar los riesgos y costos de estos factores sin sacrificar la rentabilidad de sus negocios.
Los desarrolladores pueden incluir en sus planes de talento a profesionales en asuntos de climatología y sustentabilidad, con los que pueden diseñar planes para mapear y predecir riesgos, emplear materiales sostenibles y en general construir con un enfoque ecológico.
Por su cuenta, los inversionistas deben colocar el elemento de la sustentabilidad en primer plano, tanto colocando su capital en proyectos de esta naturaleza como abandonando aquellos que no lo sean.
Los actores inmobiliarios también deberían tener un rol activo en su relación con el gobierno. Aquí el objetivo es dialogar con los legisladores para acordar las mejores políticas públicas sobre el tema, así como tratar de conseguir incentivos y subsidios para nuevos materiales, tecnologías y prácticas sostenibles.
Como en todo periodo de transición, estos retos también significan oportunidades para quienes sepan adelantarse a las tendencias y adaptar sus negocios a las nuevas exigencias del mercado y, en este caso, del planeta.